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Análisis y opinión de Cien años de soledad


A lo largo de este análisis tendré un tono más formal de lo habitual, pero esta obra lo merece, además no quiero hacer ningún tipo de revelación sobre el arco argumental de la obra, puesto que considero que cualquier persona debería leer semejante novela, aun así tendré que incluir un ejemplo que contiene, no información relevante, pero un momento bastante impactante para decir lo que quiero, por consiguiente el ejemplo vendrá entre (paréntesis) y en negrita para que sepáis identificarlo, por si queréis tener la sorpresa cuando sea que vayáis a leer esta misma.

Pablo Neruda calificaba Cien años de soledad como “El Quijote de nuestra época”, y no es para menos. Así pues Jaime Rubio, este análisis va por ti.

Si no existiera El arte de envejecer de Arthur Schopenhauer o El extranjero y La caída de Albert Camus, esta sería sin lugar a dudas de las novelas más tristes y más conmovedoras que he tenido el placer leer. Cuesta ponerse a escribir fallos, si es que los tiene, de una novela como esta, y no por lo triste que puede llegar a ser sino por lo magníficamente bien escrita que esta. No obstante, me encuentro en el deber moral de resaltar el único, y no importante para la trama, problema que encuentro a esta obra de arte. Y si, doy por hecho que esta novela es una obra de arte, porque no quiero entrar a valorar, si esta es o no una obra de arte, puesto cae por su propio peso que sí. Lo que quiero valorar es, que si como Neruda este es el Quijote de nuestro tiempo, en resumen si esta es o no una obra maestra.

                Cuando me dispongo a escribir sobre esta obra, me entra lo que se llama el pánico de la hoja en blanco, quiero estar a la altura y tengo miedo no llegar a estarlo. Cien años de soledad es una obra cruda, que trata un mensaje sobre el sentido y el curso de la vida como muy pocas novelas son capaces de hacerlo. ¿Así que, cual es el problema de la novela? Habitualmente me fijo bastante en el arco de los personajes, su evolución a través de las páginas, y pongo especial énfasis al protagonista. Aureliano Buendía es un personaje perfecto y pulido. También es un su propio sentido, un personaje memorable, el problema no proviene del protagonista, pues sino del resto de personajes o genealogía, como prefiráis llamarlo. Gabriel García Márquez no llega hacer un La Colmena como Cela, en lo respectivo a personajes, pero la genealogía de los mismos es tan compleja que a veces me pierdo entre las ramas de su árbol. No es broma os invito a que busquéis en internet el árbol genealógico de la familia Buendía porque parece un galimatías. Además tan solo hay dos personajes que me llamaron la atención imperiosamente, aparte del protagonista, uno fue José Arcadio Buendía y la otra Úrsula Iguarán, cada uno por sus distintos motivos.
               
                Pero este no es fallo que yo quería mostrar en primera estancia. El problema de este libro es que es frío, y me choca con además el mensaje conmovedor que me quiero mostrar el libro. Cuando digo que el libro es frío, me refiero directamente al narrador. Para explicarme tendré que poner un ejemplo, si no lo habéis leído, ateneros a las consecuencias del spoiler. (Las partes que más me impactaron del libro fue el intento de suicidio de Aureliano Buendía y la atroz matanza de 3000 trabajadores en la estación que cargaron en un tren de doscientos vagones y como estos fueron arrojados al mar. Aquí el narrador es insensible, impasible, inmutable ante lo que ocurre, y no sé hasta qué punto eso es un recurso hábil para el mensaje que nos trasmite).               

                A pesar de todo esto, Cien años de soledad es una novela cautivadora, así pues no puedo hacer otra cosa, que no solo diferir con Neruda, porque esta obra no es el Quijote de nuestro tiempo, es y tiene el potencial de ser mejor.

Por Vicente Casado

Imagen: Portada del libro de Cien años de soledad (Editorial: Contemporánea)

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